domingo, 14 de octubre de 2007

Las mujeres en la madre India

La Madre India, como los indios denominan a su nación, es un mosaico de culturas, religiones, lenguas que a su vez se subdividen y reagrupan según sistemas de género, tribales (adivasi) y de castas (cuatro grupos de diversos grados de “pureza”, divididos en mas de 3000 castas laborales, sin contar a las y los “intocables” o dalit) completamente desconocidos en Europa y, más aún, en América. Conceptos como honra y deshonra de los hombres y la familia, en efecto, han perdido hace tiempo su vinculación con la acción y el comportamiento sexual, el recato y la fidelidad de las mujeres, pero en India todavía desencadenan violencias y asesinatos. Por lo demás, para nosotras son igualmente lejanos otros conceptos, como los de poder de la vida, madre universal, salvaguarda de las decisiones sobre el colectivo y guardiana de la tierra que dan a las indias un poder que, aunque ineficaz ante las autoridades locales, hace temblar a la nación como tal.

Faltan cincuenta millones de mujeres en el recuento de la India, el segundo país más poblado del mundo, con mil millones de habitantes, que según todas las proyecciones en un periodo menor de quince anos superará a China. La tendencia mundial de que el número de mujeres sea más alto que el de los hombres (51% del total de la población humana a nivel global), se halla invertida en India donde hay apenas 993 mujeres por cada 1000 varones. El motivo es muy simple: las mujeres según la teoría económica patriarcal cuestan. Es decir, sacan de la casa del padre el dinero que les es necesario para su matrimonio y su dote, mismos que tienen un valor elevado. Puesto que las hijas pasan de la casa del padre a la del marido, la familia paterna -madre incluida- considera que el que se gasta en ellas es dinero perdido. Nunca se cuestiona que el disfrute de los bienes colectivos sea un privilegio masculino, a menos que un grupo de mujeres organizadas, feministas de varias tendencias y extracciones sociales, no lo haga notar. Numerosas organizaciones femeninas de nombres tan estrafalarios como Nosotras contra la Dote, o de hombres solidarios, Nosotros No Queremos Dote, empiezan a manifestarse en las grandes megalópolis de la India: Delhi, Mumbay, Kolkata, Madras, y en algunas ciudades menores.

Las familias patriarcales prefieren matar a las niñas recién nacidas o abortar los fetos femeninos apenas un ultrasonido puede determinar su sexo. Los motivos que provocan este feminicidio fetal son diferentes a los de China (donde se prefiere que el único hijo permitido por el estado sea varón), pero en ambos casos las nuevas tecnologías sostienen la vieja misoginia.

Frente a esta realidad, en el mes de julio recién pasado la Ministra para Mujeres y Desarrollo Infantil, Renuka Chowdury, ha propuesto una medida para acabar con los abortos selectivos en India, que asusta por su alto grado de control sobre la libertad y la privacidad de las mujeres y su poca posibilidad de aplicación real en un país donde la medicina privada atiende a la población más rica, mientras la más pobre cuenta con un medico cada 30000 personas. La iniciativa consistiría en requerir a todas las embarazadas del país que se registren ante el Gobierno y soliciten permiso si desean interrumpir voluntariamente su embarazo. De esta manera las parejas que deseen abortar tras descubrir que esperan a una niña lo tendrían más difícil. Pero…. recordemos que las leyes que prohíben a los médicos proporcionar datos acerca del sexo del feto no son acatadas en ningún hospital privado o público. Y que toda ley que prohíbe algo que se realiza consuetudinariamente sólo sirve para alimentar la corrupción.

El prestigio de la madre y su posición en la familia sólo se consolidan cuando da a luz un varón, ya que sólo éste puede realizar los ritos funerarios para sus padres. Así, cuando nace una niña no se le festeja con parientes y vecinos y, probablemente, cuando crezca reciba menores alimentos, se gaste menos en su educación y deba efectuar las labores domésticas como forma de pago por su hospedaje en casa del padre. Este trato tiene una función implícita, la de domesticar el carácter de las mujeres. En una sociedad obsesionada por el matrimonio, donde las jóvenes en su mayoria se casan con alguien que no conocen y van hacia una familia extraña, en una población distinta, lejos de sus sostenes afectivos, hay que estar preparadas para aguantar la tiranía de las suegras, que algunas veces fueron nueras en una familia de extraños. Así como aguantar el acoso sexual de primos, cuñados, sobrinos que conviven en el delicado equilibrio de las familias extensas. Si alguna de sus hijas sufre maltrato o abuso sexual, lo que no es infrecuente, no podrá hacer nada. Una joven casada sin un hijo varón no tiene casa a la que huir si ella misma es victima de maltrato, pues se considera que el marido tiene derecho a “disciplinar” a su esposa como considere necesario.

En India sobrevivieron hasta mediados del siglo XX prácticas ligadas a la importancia de la figura paterno-marital dominante, como el sati, es decir la quema de la o las esposas en la pira fúnebre del marido, y aun hoy para otorgársele una visa de turismo a una extranjera (como yo o como mi hija de 12 años) se le exige proporcione el nombre de un hombre de familia “responsable” de ella, preferiblemente padre o marido.

La sociedad india considera que la condición ideal de una mujer es la de esposa. Las jovencitas no usan colores brillantes ni se adornan como lo hacen las mujeres casadas para lucir su alegría de tener marido. En los templos hinduistas, los rezos de las solteras se dirigen a Parvati para, como ella misma, obtener del cielo la benevolencia de un buen marido. La más grande compañía matrimonial del mundo está en la India y en cada ciudad existen decenas de jardines y palacios que rentan pabellones para las bodas. Es cierto que los hombres indios repiten en toda ocasión que “No wife, no life”, pues una esposa a ellos les soluciona la mayoria de los problemas cotidianos de su vida y, aún más, les permite acceder a los templos para ofrecer sacrificios a los dioses y diosas (más de 33 millones). Aun las y los musulmanes, sikhs, budistas, jainistas, animistas, cristianos y el puñado de ateos que conviven en la Madre India suponen que el sueño de toda mujer es el matrimonio, porque de hecho es su única forma de acceder al reconocimiento público, a la posibilidad de tener hijas e hijos legítimos y a derechos sociales y económicos.

En la actualidad una viuda no sólo no vuelve a casarse y viste de colores oscuros, sino es una sobrante que, si no tiene un hijo varón que la acoja en su casa, apenas puede sobrevivir en una familia. Son recurrentes los “incidentes de cocina”, cuando una joven viuda o una esposa infértil (o simplemente una esposa que no ha llevado la suficiente muestra de su gratitud como dote a la familia del novio por haberla aceptado y darle un hogar) se quema por “error” gracias a las manipulaciones de su suegra en las hornillas.

Según la Asociación de Servicio de Educación y Desarrollo Rural, una ONG de India que trabaja en el campo con mujeres y hombres dalit, cada 27 minutos una mujer es asesinada por un problema con la dote; cada 20 minutos se produce una violación o una mujer es traficada; cada 16, una mujer se suicida y cada tres minutos se produce una tortura en el ámbito familiar.

A pesar de que desde el 25 de julio de 2007 la presidenta de la República sea una mujer y una progresista, Pratibha Patil (apoyada por el Congress Party de Sonia Gandhi, la probable futura primera ministra), y que importantes ministerios estén regidos por otras mujeres, la participación política y social femenina en India es inferior al 11% y sólo muy recientemente una ley garantiza su participación en los gobiernos locales, imponiendo que uno de cada tres asientos sea reservado a las mujeres. Asimismo, las autoridades no actúan para impedir la violencia contra las mujeres, cuando no toman parte activa en ella, como denuncian las organizaciones de familiares de victimas y Amnistía Internacional. Muchos funcionarios públicos de estados como Uttar Pradesh (aunque regido por una gobernadora, Mayawati), Rajastan o Gujarat continúan haciendo caso omiso de las denuncias, aceptan sobornos, encubren abusos, ocultan o destruyen pruebas cuando los hombres golpean a las mujeres, las desnudan, las violan, las dejan sin sustento.

En particular, si las mujeres son dalit o adivasi, es prácticamente imposible que tengan acceso a la justicia y la protección en el ámbito local. Las mismas mujeres tienen miedo de registrar una denuncia a la policía, ya que pueden someterlas a nuevos abusos o deshonrarlas públicamente. El 80% de la población de la India es rural y es precisamente en el campo y las pequeñas ciudades donde se producen los ejemplos más evidentes de la combinación de discriminación de género y marginación de casta: las y los dalit no pueden acceder a los templos públicos de oración –los hay también privados-, les está prohibido utilizar los pozos de agua potable que surten al resto de las personas, son obligados a efectuar trabajos considerados sucios o degradantes, no pueden comer en lugares públicos porque son considerados impuros. Es interesante notar que las y los musulmanes (el 30% de la población india) que no tienen ni aceptan el sistema de castas, reivindicando la profunda igualdad de las personas frente a un único dios, son perseguidos como “fanáticos religiosos” cuando externan sus opiniones al respecto.

Ahora bien, las más diversas corrientes feministas, algunas de raigambres antiguas, otras ligadas al desarrollo del movimiento de liberación europeo, otras más que abrevan en la experiencia de mujeres concretas en lugares no dominantes de la India, conviven y dan esperanzas a millones de mujeres. El primer movimiento ecofeminista, y aun el concepto mismo de ecofeminismo, es indio y fue introducido hace años por la economista india Bina Agarwal. El movimiento Chipko, descrito por Vandana Shiva en uno de sus primeros libros, tiene origen en un movimiento pacifista de mujeres de hace 260 años, cuando éstas se abrazaron a los árboles para que no fueran cortados durante las guerras que ensombrecían sus días en Rajastan. Hoy tiene centros de estudio, asilos para mujeres, plantaciones, programas contra la invasión de semillas transgenicas, grupos de acción contra la discriminación. En una forma completamente diversa, y al límite del delito, 400 mujeres del estado de Maharashtra, lincharon a un violador que durante diez años no fue detenido por la policía en Nagpur a pesar de sus denuncias, para garantizar que no lo liberasen. Cinco de ellas fueron arrestadas, pero las otras 396 bloquearon la entrada a la sala de audiencia del tribunal que iba a acusarlas de asesinato hasta que las liberaron por haber actuado en defensa propia. La Red Nacional de Grupos Feministas Autónomos de la India actúa en la sociedad civil sin perder tiempo en exigir del mundo gubernamental una ayuda que no llega. Sus principales trabajos se centran en la lucha contra los fundamentalismos hinduista e islámico, y trabajan por ello en la dignificación de todos los momentos y las formas de vida de las mujeres. Algunas escritoras, como Arundanati Roy, son hoy las voces más claras que se elevan en India contra el nuevo armamentismo y la discriminación de las mujeres.

jueves, 11 de octubre de 2007

Desde Roma: consejos para viajeros

Y ahora que hemos llegado al final de nuestro viaje y vagamos como dos almas en pena por las calles otoñales de Roma, necesitamos encontrar un consuelo. Pensamos que una buena cosa seria recordar no sólo los buenos momentos y lo que hace que suspiremos cuando pensamos en el verano mongol, las suaves praderas amarillas por las flores de mostaza en Tibet, la belleza de las montañas chinas, la grandiosidad del Annapurna y los cañones escarbados por los torrentes de Nepal o la diversa inmensidad de los paisajes y arquitecturas de la India. Queremos recodar la infantil sonrisa y los juegos entre brutales e ingenuos de los mongoles, tan queridos y hospitalarios. La precisa organización y la cortesía de los chinos, capaz de trastocarse en cualquier momento. La confusión, la sacralizad y la sinceridad de las relaciones con las y los tibetanos. La dulzura de los nepalíes y la seductora presencia de las y los indios y cachemires.

Para reír en lugar de suspirar (y en Europa es necesario sonreír, es una cura para el mundo: aquí nadie hace nada más que reclamar y las caras se deforman por muecas de labios caídos), pensamos ofrecer algunas direcciones de lugares y personas que nos han hecho el viaje más placentero, dándonos cobijo, hospitalidad o consejos. Ojala sean de utilidad para quien decida viajar.

MONGOLIA

Mongolia puede considerarse como el lugar de campamento más grande del mundo, así que si se compran una tienda de campaña y deciden caminar, tomar caballos, camellos o yaks para moverse está bien. Muy bien.

Pero….

Ulan Baatar es una ciudad más peligrosa que la mayoria de ciudades chinas porque el nuevo gobierno está privilegiando el dinero por encima de los hatos de ganado (recibir un yak como mordida puede ser incómodo) y las calles se han llenado de emigrantes que no encuentran trabajo. El viejo alcoholismo, que era el escape a la monotonía de los rusos, es muy presente entre estos niñotes que se sienten abandonados. Los niños de la calle llegan a robar los bolsos a las y los turistas que se distraen en el Internet o papaloteando.

Esto no significa que haya que tenerle miedo a Ulan Bataar, sino que hay que dormir en una guest house o un hotel. Hay muchos en verano. Algunas guest house son famosas y las guías reportan sus nombres y no en un sleeping bag en sus calles.

Nosotras fuimos realmente felices en la casa de una familia de gordos amables, ella educadora Montessori, él hombre de negocios: la BLUE SKY, GUEST HOUSE AND TOURS. Ofrecen camas en dormitorio o dos cuartos para dos, uno de lujo con baño, el desayuno, servicios de Internet y uso de la cocina. Además proporcionan viajes cuyo itinerario puede decidirse y cambiarse antes de partir. bluesky@maginet.mg o www.erudiemongolia.com. Pidan que los pongan en contacto con el mejor de los choferes, un dorvod que no bebe y conoce muy bien el noroeste de Mongolia, así como el Gobi: Baira, el adorable amigo BAIRA, cuyo teléfono en Ulan Bataar es 11352879. Su carro es una de esas viejas furgonetas rusas que aguantan el frío y el calor y que aunque se descomponen, se arreglan fácilmente. Esas camionetas son indispensables para los caminos mongoles, mucho mejores que las nuevas, cómodas y bellas jeep japonesas.

También para quien quiere irse por su cuenta al noroeste, recomendamos la BATA GUEST HOUSE en Moron.

CHINA

En China todo se parece. Es decir hay una especie de aplanamiento del gusto sobre las cosas más aparentes. Por ejemplo, toda China desde la capital hasta cualquier pueblo ofrece hoteles con cuartos para dos y baño desde los 20 dólares por noche, aunque se pueden conseguir camas en dormitorios por tres dólares y hoteles de cinco estrellas.

La diferencia… pues, las diferencias existen. Y son fundamentales. En China son siempre bellos los INTERNATIONAL YOUTHOSTELS, y en algunos de ellos hasta se puede conseguir un buen café (con cuidado, les va a costar el equivalente de una cena, mientras el té es muchas veces gratuito). En Nanking el Internacional Hostel está en medio del parque que la ciudad rodea, a un paso del jardín botánico y de las tumbas Ming, y es un lugar de ensueño. En Beijing hay un Youth Hostel a media cuadra del Templo de los Lamas, con sala de estar, bicicletas, televisiones y películas, biblioteca y una adorable tortuga que se mete por doquier. El LAMA TEMPLE YOUTH HOSTEL puede proporcionar toda la información sobre sus condiciones de alojamiento y las de sus semejantes en otras ciudades y puede reservarse al lama_temple_hostel@yahoo.com.cn

Con cuidado mientras el Youth Hostel de Xian, en frente de la puerta oeste de la ciudad, tiene la mejor cafetería de China, con pasteles deliciosos y capuchinos dignos de La Condesa, el cocinero del Lama Temple Youth House cocina que da pena. Ahora bien, en China comer comida occidental es un pecado digno de idiotas.

TIBET

Tibet tiene muchos hotelitos ahí donde los chinos han transformado sus bellezas en lugares por y para los turistas. Con cuidado, los chinos consideran turistas sobretodo a sus connacionales cuando viajan y no les importa mayormente el turismo internacional. Por ello, Lhasa ha sido convertida en una especie de Disneylandia de la espiritualidad y por sus calles hay muchos hoteles (mas caros que en el resto de China), restaurantes, bares, prostíbulos –oficialmente prohibidos en China, pero ya saben…- y servicios de rafting, paseos, campamentos. Los chinos hacen de todo para que estos servicios se compren y los turistas extranjeros no intimen demasiado con las y los tibetanos (de hecho le ponen varias trabas a esta comunicación, como no permitir a los extranjeros usar buses locales y hospedarse en las casas de los lugareños). Compren servicios únicamente a las y los tibetanos, no a los chinos; no sólo son más hospitalarios y hacen mayores esfuerzos para darse a entender y ofrecer las mejores condiciones posibles, sino que es una forma de romper con la practica china de invadirlos con su presencia, su economía, su racismo.

En el resto de Tibet…. Caray, es tan grande que sólo vimos una partecita.

Labrang, el segundo monasterio del budismo lamaico, está pegado a la pequeña ciudad china de Xiache, en la provincia de Ganzu. Vayan a TARA GUESTHOUSE. No sólo las dueñas son señoras tibetanas con sus hijos, vecinos y allegados, sino que las personas que los van a atender son gentiles y sonrientes. De ahí se sale a dar la vuelta del Monasterio, se puede ir en bicicleta a los alrededores, se puede caminar por las montañas, se pueden conseguir taxis a las ciudades amuralladas. Además ahí se consiguen los maravillosos masajes de Yak Nelo que Tenzin proporciona. En las ciudades y valles y montañas de los alrededores pueden encontrar tiendas de nómadas que los hospeden, así como acampar por su cuenta: son bellísimas. En Tibet el pan es delicioso, el mejor de Asia, cómprenlo por las mañanas frías en cualquier puesto. Y recuerden que el té tibetano se bebe con mantequilla de yak y sal, como en Mongolia.

NEPAL

Déjense seducir por la gentileza de los nepalíes, sus manos en el pecho y su dulce Namaste para saludarlos. Vivan la experiencia de una cultura de entrecruzamiento entre el budismo minoritario, pero respetadisimo, y el hinduismo mayoritario, caminen por el Annapurna o las otras cordilleras de este pais himalayo muy abierto al turismo desde que en la década de 1960 se convirtió en La Meca de los hippies. Que la confusión de la zona turística no los abrume, vayan entonces a buscar refugio y buen cobijo (o tan solo un excelente desayuno) en el Himalayan Buddhist Meditation Center en el barrio de Tamel en Katmandú www.fpmt.hbmc.org o escriban para reservar a hbmc@mos.com.up, hbmc.programas@gmail.com

Si les parece demasiado dormir en un centro de meditación, alrededor hay hotelitos al por mayor.

Pokhara: En la preparación de sus trekkings, sus subidas al Annapurna, sus deseados días de descanso, piensen en acudir a 3 SISTERS ADVENTURE TREKKING COMPANY, Pokhara-6, Lakeside (Khahare), www.3sistersadeventure.com o trek@3sistersadventure.com o meera_9d@yahoo.com. No se encontrarán únicamente con los mejores cuartos de Nepal, los desayunos más deliciosos y la vista más espectacular sobre el lago, sino con verdaderas profesionistas del turismo de alta montaña que entrenan y emplean a mujeres de todas las castas para que tengan trabajo como guías, portadoras, cocineras etc. Es un proyecto que vale realmente la pena disfrutar y, así, apoyar. Además entrenar mujeres no es solo una forma de empoderarlas y salvarles la vida (sobre todo a las madres solteras, a las hijas menores, y a las mujeres que sufrieron violencia), es también el mejor medio para luchar contra la discriminación de casta, y tan solo por 20 dólares la noche en dos personas. Para las mujeres montanistas es un verdadero placer estar en manos de una guía mujer y no sufrir acoso, burlas y malos tratos masculinos. Para los hombres montañistas también puede ser una buena experiencia, calida, organizada.

Lumbini: no se pierdan Lumbini, el lugar donde nació el señor Buda, en medio de la selva nepalí y a pocos kilómetros de la frontera con India. En este lugar delicioso, la paz, el cariño de los budistas que vienen de todo el mundo a abrir sus monasterios, las sonrisas de los lugareños, el árbol al que se apoyó la madre de Buda para darlo a luz, el estanque donde se bañó pocos minutos antes, todo parece estar dispuesto para ponerlos de buen humor y yo hasta logre olvidar el calor sofocante (detesto el calor húmedo y lo rehuyo con denuedo) y los mosquitos. Quien quiera y pueda puede hospedarse en los diversos monasterios; de lo contrario, en las inmediaciones hay pocos, cómodos y caros hoteles, y un par de guest house, nosotras nos quedamos en la Gautama Guest House. Cocinan muy bien y comimos a la luz de velas porque la electricidad se va por varias horas al día (como en todo Nepal y en buena parte de Asia).

INDIA

Nunca le crean a quien dice que la India es un pais barato. Puede llegar a ser el más caro del mundo. Y no hablo solo de los hoteles recabados de los palacios de los maharajaes, me refiero a la vida cotidiana de una turista. Las presiones que cualquiera puede imponerle para que compre, compre, compre son infinitas, los hoteles en la grandes ciudades (Delhi, Mumbay, Kalkata, Madras) son más caros que en Europa, los ofrecimientos de tours son engañosos porque todos los choferes son entrenados para que la mitad del tiempo de viaje transcurra en tienditas, cooperativas, shopping centres y reciben gratificaciones por los hoteles y restaurantes donde la llevan. Seguramente una riviere de brillantes y rubí cuesta apenas 300 dólares en Rajastan, pero ¿realmente necesitan una riviere de brillantes y rubí? Igualmente ¿necesitan esos saris de seda hermosamente bordados de Varanasi, los tapetes de seda y lana de Cachemira, los trabajos de plata de los artesanos del desierto de Thar? Por supuesto que son mas baratos que en su pais, y que son bellísimo, y que conllevan saberes y artes antiguos transmitidos de padre a hijo por generaciones, pero ¿es cierto que una turista equivale a la banca de desarrollo o a una vaca que debe ser ordeñada hasta dejarla seca? Puede ser que yo nunca vuelva a la India exactamente porque es muy molesta la actitud de vender, vender, vender cualquier cosa y en cualquier momento que tienen los indios (y digo los indios porque las indias que en su mayoria son las grandes artesanas de la seda, el algodón y la lana no las verán nunca en una tienda: el mercado es asunto de hombre).

Hay nubes de vendedores en todos los monumentos (cuya entrada por lo general es también muy cara para las y los extranjeros), no se puede mirar nada en un mercado sin que los vendedores te ofrezcan un te y te jalen al interior de su changarro. Preguntar un precio equivale a comprometerse, casi como sonreírle a un vendedor. Además cualquier cosa le ofrezcan tiene el precio hinchado hasta tres veces, pero les van a decir que ustedes no tienen derecho a regatear porque la suya es la producción de una familia o una cooperativa. Jamás van a lograr ver una cara de satisfacción en los mercaderes indios a pesar de que en un mes se gasten lo de seis (tampoco en una mendiga/o india que va a pedir más si les dan una moneda). Siempre los van a instigar para que saquen la carta de crédito o los van a acusar de avaros, de tontas, de no saber hacer negocios, etcétera. No, definitivamente el comercio indio no es simpático.

Sin embargo, el norte de la India (no conocimos el sur) es de una belleza -mezclada con suciedad y decadencia- que no tiene par con ningún otro lado del mundo. El Taj Mahal no es la única belleza que verán, ni siquiera la mayor. Hay pozos y palacios y estanques y fuertes y jardines y templos de una diversidad, complejidad y belleza sin fin.

En Delhi los hoteles son caros y el servicio no siempre es bueno. Si quieren limpieza, comodidad, lujo y no están muy presionadas/os por el dinero, por unos 50 dólares entre dos pueden llamar a la elegantísima señora Singh y reservar una de las dos habitaciones de su casa que alquila. El desayuno es esplendido y servido con cubiertos de plata. Arpinder Singh, H31 B J Pura Extention 14, teléfonos: 24310355 o 24318637. De lo contrario váyanse a la vieja Delhi, cerca del mercado, detrás de la mezquita y enfrente del Fuerte Rojo o en la ciudad de los tibetanos al norte de Delhi. Ahí se consiguen hotelitos relativamente limpios y baratos.

Rajastan: Para dar la vuelta rápida a zonas especificas de la India, como Rajastan, nunca contraten un servicios de chofer (manejar por si sola/os en India no es recomendable) en Delhi. Háganlo desde las oficinas de turismo de las ciudades de Rajastan. En Jaipur, en la subida hacia la entrada del palacio, hay una. Confíen en los musulmanes, especialmente durante el Ramadan no pueden mentir ni robar.

Hay hotelitos y acomodaciones de diversos precios en todos los lugares de Rajastan, escojan el que más le acomoda. Recuerden que hace un calor de perros –aunque seco, por suerte- y que para muchas el aire acondicionado va a ser una necesidad; este siempre encarece los precios.

El sistema ferroviario de la India es EXCELENTE. Muevanse en tren, mucho menos en autobús, nunca renten un auto para manejarlo sola/os: se circula a la izquierda, todos tocan el claxon, el tráfico es espantoso, hay un incomprensible sistema de impuestos para pasar de una provincia a otra, nadie sabe lo que son los frenos y es imposible descifrar la complejidad de las reglas de tránsito indias. Cuando contraten un auto con chofer para desplazamientos hacia zonas no conectadas por el transporte publico, intenten hacerlo con más personas, abarata los costos y se conocen otras viajeras, lo cual puede resultar en buenas experiencias.

Varanasi o Benares: En Varanasi enfrenten la ciudad antigua, su suciedad y sus cacas de vaca (y vacas cagonas, por supuesto) para conocer también su belleza y santidad. Hay una Guest House con un vista digna de las diosas en el corazón de las callejuelas de la ciudad vieja PUJA GUEST HOUSE: www.pujaguesthouse.com, teléfonos: 2400162, 2404276 y 2405027. Ningún chofer de la estación va a poderlos llevar a su puerta -D1/45 Lalitaghat-, así que todos los taxistas van a intentar disuadirlos, mostrándoles las incomodidades y la suciedad de la ciudad vieja, porque no recibirán propinan. Insistan.

Si no quieren estar en medio de la antigüedad y a un paso de los crematorios y las bajadas al bañó sagrado en el Gange, donde por la tarde los santones les ofrecen sus enseñanzas, en los otros barrios hay bellos hoteles, algunos recabados de antiguas casitas del maharajá. Los brocados de seda de Varanasi son esplendidos, pero no las otras artesanías, que vienen de otras provincias de la India. Vayan a la Universidad, es una antigua y excelente escuela que hace honor a su fama. Desplácense al pueblo donde Buda dio su primera enseñanza. Crucen el Gange en bote y vayan a visitar el polvoriento, decadente y entrañable palacio del Maharajá.

Amristar: pásense el mayor tiempo que puedan en el Templo de Oro de los Sikhs, es el lugar mas limpio de la India y uno de los mas bellos y sagrados. La gente es amable, la comida excelente, pero las guest house están en medio de una ciudad caótica y no son muy limpias

Dharamsala: ASHOKA TIBETAN GUESTHOUSE si quieren estar en la ciudad alta de Mc Leod, o cualquier Lodge de los alrededores si quieren estar en el bosque. También pueden conseguir alojamiento en los monasterios, de monjas las mujeres y de monjes, los hombres. La tierra que Nehru concedio al Dalai Lama para que instalara su gobierno en el exilio es hermosa y fresca. Esta llena de restaurantitos, tiendas de artesanias, ventas, pero los y las tibetanas son honestisimas y menos presionantes. Vayan a comer en el JJI Brothers, la madre de los tres hermanos cantores es una verdadera madre universal, sabe mucho, conoce la zona y la gente y cocina pasteles divinos: conocerla va a ser un placer y los va a ayudar mucho para no equivocarse.

Cachemira: fue el lugar del turismo indio de verano por excelencia, pero desde hace 14 años es visitado por pocos occidentales por miedo a los bombazos de los independentistas (que se han acabado pero nadie lo dice) y porque el gobierno nacionalista de India se esmera en una antipropaganda de la población musulmana de tintes racistas y fanáticos. También con la excusa de la frontera con Pakistán mantiene en Kashmir un verdadero ejército de invasión.

Cachemira, Kashmir, es un conjunto de valles y montañas, lagos y ríos, gargantas y cultivos bellísimo. La población es musulmana en un 65%, hinduista en un 25% y budista en un 10%. En el lago de Shrinager vayan al NOOR PALACE, una house boat de la categoría B (hay categorías diversas: desde Súper Lujo, Lujo, A, B, C y D) y pidan a Zaffar hbnoorpalace@yahoo.co.in que les organice sus trekking sobre el agua en shikara, sus trekking de alta montaña hasta la cima de los Himalayas donde seis meses al año los budistas están cortados del resto del mundo, sus paseos por los valles. Con cuidado: los cachemires son tan buenos vendedores como los indios y además sus artesanias son verdaderamente esplendidas, pero están mucho más desesperados por vender porque la población que los visita es escasa.

domingo, 7 de octubre de 2007

La India no hinduista

Después de dejar Delhi rumbo a Amritsar en un tren donde nos trataron con una reverencia digna de la primera clase en Lufthansa, bajamos en una ciudad caótica de hombres enturbantados y mujeres fuertes, gritonas, empujadoras, simplemente adorables. Las campiñas de los alrededores, perfectamente labradas aunque invadidas por semillas transgénicas para la producción agroindustrial, vomitan sobre esta ciudad rica, pero que no da muestra de ello, decenas de campesinos que vienen a negociar sus productos a la ciudad. Camiones, bicicletas, carros, rikshos, peatones, pocas vacas, algunos caballos y carretas se cruzan, se detienen, se complican la vida en sus calles estrechas y tan sucias como en el resto de la India. No obstante, hay un clima más relajado. Será que nadie te toma por un brazo para venderte algo, chantajeándote con el hambre de toda su familia (cuando no de todo su pueblo) si no le compras. O será que esta ciudad tiene fama de ser una de las más honestas de India. En efecto es aquí donde los sikhs, seguidores de uno de los primeros movimientos religiosos que intentara unificar las creencias para evitar estériles incomprensiones escudadas tras sus credos, erigieron durante el siglo XV el más bello santuario del mundo: el Templo de Oro, en medio de un lago artificial donde se conserva el néctar de la vida, es decir el agua que cura hasta la lepra.

Pasar uno, dos o tres días en el Templo de Oro es de lo más fácil, porque en su interior la limpieza es tal que comer en el suelo sería no solo posible sino atractivo. Limpiar con el propio chal, con el vestido, con toallas especiales que luego se cargan como reliquias el piso, los altares o la cubierta dorada que conserva al libro sagrado, es una forma de manifestar la propia fe y vocación de servicio.

Llegamos al Templo de Oro cuando la noche había bajado sobre la ciudad y fue como entrar de sopetón en un cuento oriental: las luces se reflejaban en la cúpula de oro del templo, los cantos invadían el aire, el agua reflejaba las estrellas y las llamas de las lámparas de aceite.

La gente que entra al templo por una de sus cuatro puertas, tras purificar sus pies en una piscinunculas, deambula alrededor del estanque del néctar y se detiene para rezar frente a árboles, piedras labradas, imágenes de sus gurus o maestros, explicaciones. Muchos hombres entran en un trance pacifico y generoso mientras los sacerdotes leen cantando las palabras del libro de su primer guru, quien predicó la existencia de un dios único como entre los musulmanes y la fe en la reencarnación como entre los hinduistas, condenó la división de castas, reivindicando la igualdad entre todos los seres humanos como entre los budistas y cristianos, y fijó leyes de honestidad y trabajo para mujeres y hombres.

La diferencia entre estar en el templo y sus inmediatos alrededores y en medio de la ciudad comercial es abrumadora. La misma que media entre la paz y el caos, pero la honestidad es la misma. Los sikhs son apenas el 2% de la población india (lo cual significa 200 millones de personas), pero son el 20% del ejército indio, el primer ministro es sikh, así como los más honestos entre los políticos de este país que tienen una fama de corruptos que compite con la de los políticos mexicanos y turcos.

La tarde en que de Amritsar nos fuimos a ver el cierre de frontera con Pakistán, en Waga, nos dimos cuenta de las ganas de bailar que tienen los punjabis, es decir los habitantes de la provincia cuya capital es Amritsar. Frente al despliegue de nacionalismo patriotero de tintes deportivo-agónicos (pasos militares exasperados, carreritas, gritos marciales llevados a cabo por soldados escogidos tras un casting de belleza viril), las y los punjabis bailaban como niños en medio de la calle y gritaban “larga vida a Hindustan”. Los elegantísimos sikhs los miraban como padres a pequeños traviesos.

Ahora si, tampoco de Amritsar es fácil irse. La confusión entre las estaciones de trenes y de autobuses, que los conductores de rikshos exasperan, hace que una se dirija a tomar un tren y se encuentre sentada en un bus, o viceversa. Por suerte, en India todos los errores pueden ser o fatales o maravillosos porque llevan a conocer lo que una no se imagina siquiera: paisajes nuevos, gente diferente, pláticas inesperadas.

Así en tren y en autobús cruzamos la distancia entre Punjab y Imachal Pradesh, es decir pasamos de los fértiles y ordenados valles de mijo, avena, arroz, maíz y trigo a los bosques y montañas cultivados en terraza, hasta llegar al distrito de Dharamsala, donde en 1960 Neru otorgó al Dalai Lama un territorio para que los tibetanos tuvieran un gobierno en el exilio. En esta antigua estación de descanso del calor opresivo de la India, los ingleses solían venir a vacacionar. Ahora centenares de peregrinos y simples turistas se apiñan en las calles que suben de Dharamsala a Mc Load y mas allá. Entre bosques de pinos, fresnos y encinas, las monjas y monjes de cabeza rapada e idénticas ropas rojas (un color feo según los tibetanos que los monasterios escogieron por ello mismo, para no gustar a nadie), así como los descendientes de aquellos que en 1959 dejaron Tibet con el Dalai lama y los nuevos refugiados, intentan mantener vivas las costumbres, la religión, las lenguas y la memoria de un pueblo himalayo y pacifico brutalmente invadido y sometido por China.

Asimismo, en esta ciudad conviven una mayoría budista con una minoría de hinduistas y otra de cachemires musulmanes. Si los hinduistas se declaran hospitalarios con los tibetanos, éxitos tienen un real agradecimiento con el gobierno indio, pero expresan graves quejas con los policías que en lugar de protegerlos por la noche los persiguen y extorsionan. Los cachemires denuncian las mismas actitudes en su contra y se atreven a llamarlas “discriminación religiosa”, “proselitismo hinduista”, “persecución étnica”. Palabras muy graves, pues.

La verdad es que los hindis intentan disuadir a los turistas occidentales de efectuar una visita a Kashmir. Desde hace 14 años, los valles y los lagos de Kashmir, que tradicionalmente vivían del turismo de verano y de la estación de esquí, están patrullados por soldados y policías que les dan el aspecto de un país invadido. La excusa es el terrorismo islámico. Siempre lo mismo. Y siempre menos creíble. Kashmir fue un país independiente hasta 1953, cuando los paquistaníes intentaron invadirlo e India lo incorporó para “protegerlo”.

Nos hemos hartado hace tiempo de la cantinela, muy parecida a la que los nazis entonaron contra los judíos en la década de 1930, que Estados Unidos canturrea contra el mundo musulmán. Cantinela a la que se sumaron las distorsionadas voces de la Europa reaccionaria (la que reivindica su carácter cristiano, para entendernos) y los países más disímbolos, como China y la India, por ejemplo. De tal manera que apenas un par de cachemires con los que acostumbrábamos encontrarnos por la noche en un restaurante tibetano nos dijeron que Kashmir no es ni peligroso ni integrista, les creímos.

La noche en que finalizaron las enseñanzas del Dalai Lama sobre el significado del mensaje budista, que un grupo de monjes coreanos le habían pedido y a las que nos fue posible acceder, tomamos un auto que nos llevó de Dharamsala a Shrinagar, en un viaje entre valles escarbados por torrentes tumultuosos, montañas de piedras verdes, bosques de pinos y castaños, y un montón de retenes militares y policíacos. En lleno Ramadán, a las cuatro de la mañana nos detuvimos a desayunar con unos maquinistas que realizaban su última comida antes de un día de ayuno. Luego, a las seis, vimos a varios choferes detener sus autos para rezar. Entre ellos había una paz absoluta y si alguna forma de violencia pudimos detectar en el camino, venía de las revisiones constante que nos exigían los retenes.

Una vez en Shrinagar nos dirigimos hacia una house boat, una de esas casas flotantes que los ingleses se inventaron cuando el maharajá de Kashmir les prohibió construirse casas sobre su tierra y que hoy le dan su carácter particular al lago. Las hay inmensas y pequeñas, a cada cual mas decadente y entrañable. La nuestra era una de categoría B, deliciosa, con muebles liberty y alfombras de pelo de camello: Noor Palace, regida por un hijo, que se revelaría un guía formidable, y su padre, un excelente cocinero y gran conocedor de tapetes, lanas, sedas e historias que nos ayudaría en escoger pashminas y artesanías, sin dudarlo un instante. La generosidad personificada.

Al segundo día, y a pesar de seguir un riguroso Ramadán, eran ya nuestra familla y el hijo, Zaffar Gosani, nos llevaría a bordo de una shikara (un bote muuuy parecido a una chalupa chinampera a pesar de las sedas de sus asientos) a conocer el lago y a bordear los floridos jardines de los mogules (a la misma Noor Jahan en cuya memoria levantó el Taj Mahal, el emperador Jahangir había regalado un jardín de caídas de agua y caminos de flores en esta ciudad que fungía de capital de verano). Caminamos con el por la ciudad vieja, entramos a diversas mezquitas, compramos frutas y dulces y panes, y -con el que negaba rotundamente semejante blasfemia- llegamos a una tumba que según una tradición heterodoxa es la mismísima tumba de Jesús Cristo, quien vino caminando hasta Kashmir predicando la paz y la existencia de un dios único.

Luego nos dirigimos a las montanas, y nos quedamos con ganas de un largo trecking de tres semanas de los valles convertidos al Islam por un dulce santo sufi, Sha-I-Hamdan, en el siglo XIII, hasta las altas montanas de Ladac, donde viven budistas tibetanos que cultivan trigo y pastorean yaks mientras repiten el mantra para la paz universal: Om Mani Pame Hum.

De hecho, nos quedamos con ganas de muchas cosas: un trecking acuático de tres días o una semana en shikara, durmiendo al borde de ríos que hicieron la historia de la humanidad. O de paseos por los valles de Phelgam, Sonamarg, Gulmarg y Yousmarg. O de largos trecking de montana por los Himalayas. Igualmente nos hubiera encantado poder ir nuevamente a la casa de producción de pashminas bordadas a mano por los artistas que Ajaz Waffahi, un pintor y un humanista que compartió con la Madre Teresa en Calcuta enteras temporadas de atención a los leprosos, cuida y cuyo trabajo levanta como el de verdaderos artistas populares, con conocimientos acumulados por siglos. Ahí vimos chales bordados durante tres años consecutivos por manos tan expertas que construyeron joyas relumbrantes, mascadas de una lana de antílope tibetana que pueden empollar un huevo de paloma, abrigos de cashmere. Los precios nos rebasaban por completo (una mascada de shah touch puede costar aquí mas de mil dólares porque implica un ano de tejido), pero el placer de haber visto esas piezas de arte nadie nos lo va a quitar. También nos hubiera gustado quedarnos en los talleres de los joyeros que cortan el topacio amarillo y rosa y los zafiros celestes y verdes que se encuentran solo en Kashmir.

De hecho, nos hubiera gustado conocer las cuatro estaciones en Kashmir. Este otoño que apenas divisamos y que nos dedicó su primera nevada en el valle de oro, el Sonamarg. El invierno con sus nevadas y sus estaciones de esquí en Gulmarg. La lluviosa primavera (no, yo esa me la hubiera saltado). El verano fresco, el verde de los valles, las caminatas por las cimas de montanas, el sueño al lado de los glaciares.

Cualquiera que desee venir a la India y que solo tiene el verano para hacerlo debería venir a este paraíso invadido por el ejercito, pero paraíso al fin. Y para no perderse podría pedirle consejo a Zaffar: asianexclusive@yahoo.com o hbnoorpalace@yahoo.co.in

A nosotras, por primera vez en seis meses, nos hace falta tiempo. Quizás el mundo es más bello de lo que podemos abarcar en una vida.

martes, 2 de octubre de 2007

SER MINORIA EN LA PROPIA TIERRA. LAS MUJERES DE TIBET

Dharamsala, India, 1 de octubre de 2007. Entre China e India, los dos únicos países del mundo donde los hombres son más numerosos que las mujeres, se ubica Tibet, un país enorme y poco densamente poblado -tiene apenas seis millones de habitantes por una superficie de 2.500.000 kilómetros cuadrados- que fue invadido paulatinamente por China durante toda la década de 1950. Si en las culturas de sus poderosos vecinos la modernidad ha jugado a favor de la misoginia tradicional, ofreciendo al infanticidio femenino la posibilidad de ser sustituido por abortos tan pronto como una ecografía puede determinar el sexo de los fetos, en Tibet las mujeres son consideradas tan iguales a los hombres que tanto pueden ser uno la reencarnación de otra, como lograr mediante una vida de ascesis y cuidados a las demás personas y a la naturaleza devenir una Buda Viviente.
La tibetana, en efecto, es una sociedad determinada por la religiosidad. Este aspecto medular de su cultura sirvió a los chinos -que acababan de optar por el comunismo al finalizar la brutal ocupación japonesa y la guerra civil que siguió a la Segunda Guerra Mundial- para postular la “liberación” de Tibet de la teocracia que lo gobernaba. Sin embargo, sirve también a las mujeres tibetanas para considerarse y ser consideradas, al igual que los hombres, seres concientes que necesitan tomar sus propias decisiones en el ámbito de la vida cotidiana y en la opción por la vida monástica. La vida conciente está, obviamente, en oposición con cualquier determinismo, en particular el que forzaría a las mujeres al matrimonio y a la maternidad.
Cuando a finales del mes de agosto, dejamos Tibet despues de haber vivido un mes entre Ganzu, Qinhai y la Region Autonoma Tibetana (tres de las cinco provincias, junto con Sichuan y Yunan, entre las que China ha dividido Tibet), habíamos estado con mujeres agricultoras, pastoras, comerciantes y encargadas de servicios turisticos. Convivimos con madres de familias numerosas, con monjas y con estudiantes. Si bien pocas hablan alguna lengua occidental, eran más que las chinas y todas se ofrecían para acompañarnos y se esforzaban por comunicar con nosotras. Albañilas y constructoras de carreteras detenían sus trabajos para saludarnos cuando les pasábamos en frente. Peregrinas de todas las edades al regreso de los templos compartían con nosotras las ofrendas que habían recogido después del rezo. Sin embargo, algo no cuadraba entre su afable y reservada atención y las informaciones que la Federación de Mujeres de China me había ofrecido en Beijing sobre la feliz vida de las mujeres de la “minoría” tibetana, su liberación de las cargas religiosas, su participación política y sus amplios derechos reproductivos.
Sólo después de entrevistarnos con las mujeres tibetanas en el exilio de Nepal e India, terminamos de entender la situación de mujeres que no tienen derecho a vivir según sus costumbres, y por lo tanto no pueden libremente transformarlas, porque su cultura es negada sea por el genocidio (de 1959 hasta entrada la década de 1990 China mató 1.200.000 tibetana/os en los campos de trabajo forzado, las cárceles y la represión de los nacionalistas y en los monasterios); sea por la destrucción ambiental y cultural (tala de bosques indiscriminada, desechos industriales y nucleares en las aguas de los lagos sagrados, 9000 templos, stupas y monasterios derruidos y bibliotecas quemadas); sea por el encarcelamiento de aquellas que se manifiestan pacíficamente a favor de su Independencia y sus derechos culturales y religiosos (145 niñas y adultas prisioneras políticas en 2004, según Amnistía Internacional, fueron brutalmente golpeadas en la cabeza, de modo que si quedaban afectadas y sufrían de jaquecas permanentes se podía alegar que estaban locas de antemano); sea por su propia minorizacion, es decir por el constante flujo de inmigrantes chinos y de otras minorías étnicas de China para que su territorio nacional se convierta en cinco “normales” provincias pluriétnicas chinas.
En el Tibet “sinizado” se siguen hablando ocho variantes del tibetano, pero no se las puede estudiar en la escuela ni aprender a escribir en las universidades (donde los exámenes de ingreso son en chino); cualquiera puede vestir según las usanzas ancestrales, pero corre el riesgo de ser dejada al final de una larga cola por ello; se puede rezar alrededor de los templos o acudir a los monasterios, aunque muchos han sido convertido en “monumentos” y por lo tanto tienen un precio de entrada demasiado alto para cualquier peregrina. Además las escuelas aceptan a las niñas y niños sólo si su número corresponde a una “cuota” de nacimientos determinada por los gobiernos locales y si van vestidos con un uniforme chino (es decir, con ropa occidental). Las autoridades chinas pretenden controlar los estudiantes y las enseñanzas en las escuelas de los monasterios budistas (que han sido abiertas nuevamente de manera oficial a finales de la década de 1990) y hacen sentir el peso de su propia misoginia al no proporcionar fondos para la educación monástica de las mujeres.
Algunas tibetanas nos respondían con un gesto de impotencia cuando, también a gestos, les preguntábamos por qué siendo tan buenas cocineras debían contentarse con un puestecito en la calle si había tantos restaurantes chinos en ciudades otrora tibetanas como Chengdu, Xining o Lanzhou, y aun en pueblos como Xiache y Mache; un gesto de desesperanzada aceptación del status quo de un país invadido que implica que a las migrantes chinas en Tibet les irá siempre mejor que a ellas. Un gesto muy parecido al de muchas indígenas en México, cuyos pueblos son controlados económicamente por los mestizos y ladinos.
Las campesinas, asimismo, nos aseguraban que las tibetanas tienen muchos hijos para contrarrestar la paulatina “sinizacion” de Tibet, donde sus habitantes originales son hoy apenas el 40 por ciento de la población. Pero las comerciantes de Lhasa, en particular las bar tenders que hablan un perfecto inglés y a veces también francés, nos dijeron que, aunque la política del hijo único en China no atañe a las minorías étnicas, el gobierno encuentra siempre las formas de limitar la reproducción de las mujeres tibetanas para frenar su “resistencia nacional” y los patrones disminuyen el salario o despiden a las empleadas que superan su “cuota” de hijos. Los abortos forzados, aun tan tardíos como al octavo mes, y las esterilizaciones sin consentimiento están a la orden del día en los hospitales chinos. Igualmente, muchos gobiernos municipales imponen multas a las madres de familia por sus “excesos” en la reproducción cuando necesitan fondos suplementarios. Oficiales mujeres van de casa en casa para preguntar a las mujeres casadas si están menstruando y para forzarlas a abortar mediante amenazas de persecución y despido si les contestan que no. Una especie de “infanticidio selectivo” se practica con base en la Ley de Atención a la Salud Materna e Infantil china de 1990, que prevé el aborto en caso de disfunciones genéticas, pero que, según algunas, sirve para confundir rasgos étnicos –cuando no descendencia de “subversivos”- con “inferioridades” genéticas.
Ninguna tibetana nos dijo con todas sus letras que vive bajo severas restricciones de sus derechos políticos, culturales, sociales, religiosos y reproductivos. No podían descartar el peligro de que fuéramos orejas de los chinos o que alguien más nos estuviera escuchando. Sin embargo, cuando me vendieron el CD con las canciones que cuatro monjas compusieron en la cárcel como una forma de resistencia a su prisión y tortura, lo hicieron de escondidas. Las que se disculpaban por no hacernos subir a sus autos porque existe una prohibición de intimidar en las carreteras con las extranjeras, querían que entendiéramos que el control sobre sus vidas es constante. Las que sólo a caballo y en medio del bosque entonaban cantos guturales antiguos y profundos, nos pedían no decir a los chinos quien se los había enseñado.
La de ser tibetana es una identidad nacional peligrosa para quien vive en Tibet, y un ancla al pasado para quien vive en el exilio en India, Nepal, Bhután y el resto del mundo. Las condiciones en las que las tibetanas se viven y reivindican como tales, por lo tanto, son muy distintas según se resida en el propio país o en el exterior. En la Región Tibetana Autónoma, así como en Ganzu, Qinhai, Sichuan y Yunan, las tibetanas han encarado una invasión tendiente a borrar su cultura y sus expresiones religiosas, mediante varias técnicas de sobrevivencia económica y cultural, entre ellas una aparente aceptación de la normatividad china. Las refugiadas de primera, segunda y aun tercera generación reivindican frente a la comunidad internacional el derecho de sus hermanas a sus prácticas políticas, culturales y religiosas en un clima de no discriminación étnica. No obstante, unas y otras ven, por motivos distintos, restringidas sus capacidades de participar en el desarrollo de un país que no ha sido formalmente reconocido como un estado miembro de las Naciones Unidas y frente a la consumación de cuya invasión, en 1959, sólo Ecuador levantó una protesta formal.
La Asociación de Mujeres Tibetanas se fundó el 12 de marzo de 1959 durante una marcha masiva de mujeres en Lhasa para protestar contra la ocupación ilegal de su país por China. A pesar de que se trataba de una manifestación pacifica, las marchistas fueron brutalmente reprimidas por el ejército chino. Las que no murieron ametralladas, fueron encarceladas, torturadas y golpeadas sin descanso. Las pocas sobrevivientes que lograron huir a la India, decidieron dedicarse a la preservación de la cultura y la identidad tibetanas en el exilio. Muy pronto convirtieron su primera asociacion en una gran organización de bienestar social. Se empeñaron a fondo en denunciar los abusos contra los derechos humanos, difundir el budismo como base de su identidad social, promover y salvaguardar la cultura y la educación. Uno de sus trabajos constantes es la búsqueda de las y los desaparecidos políticos y la defensa de los derechos de las y los presos; actualmente están en campana por la aparición con vida del décimo primer Panchen Lama, Gendhum Choekyi Nyima, un niño de seis anos que fue sacado de noche de su casa con sus padres en 1995, y que estás desaparecido desde entonces, porque tres días antes el Dalai Lama lo había reconocido como la reencarnación de la segunda figura principal del budismo lamaico.
La Asociación de Mujeres Tibetanas no se reivindica feminista sino enarbola la demanda de un humanismo igualitarista, ya que se niega a “preferir” un grupo de personas sobre otro por cualquier motivo, aunque sea para reivindicar la mejora de su propia condición de genero. De hecho, la AMT es una asociación política que descansa en el fortalecimiento de los derechos y la acción de las mujeres para con su sociedad. Del 12 de marzo de 1994 al 12 de marzo de 1995 organizó el primer Año Internacional de las Mujeres Tibetanas y con ello manifestaciones, eventos culturales, fiestas, lecturas de obras literarias y teatrales, y presentaciones de videos hechos por mujeres. La finalidad explícita era la de poder participar como tibetanas en Beijing durante la Cuarta Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre las Mujeres, en 1995. Como les fue negada la participación, organizaciones no gubernamentales de mujeres de todo el mundo se les unieron en una campana de presión que culminó en 2005 con la presentación oral de un informe de la AMT ante la 66 Sesión Plenaria de la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra sobre las condiciones de vida de las tibetanas.
Una violencia brutal contra las mujeres tibetanas concierne las practicas laborales de los empleadores chinos. La sinizacion de Tibet comporta que las tibetanas estén a la zaga de las mujeres chinas en la jerárquica escala para obtener un empleo, son pagadas menos que ellas (que a su vez son pagadas menos que los hombres chinos y los hombres tibetanos), pierden el empleo si uno de los miembros de su familia está involucrado en actividades políticas (“actividades subversivas”, según las autoridades chinas) y deben pasar por una “prueba de virginidad” para obtener trabajo. La “prueba de virginidad” consiste en un tacto para comprobar el estado del himen, con el fin de garantizar que no están embarazadas ni tienen una vida sexual activa que las pueda alejar de sus labores. Aun el ser victima de acoso o violencia sexual en el trabajo puede ser utilizado como argumento de haber roto el “pacto de virginidad” que las tibetanas deben suscribir al emplearse, prometiendo no tener vida sexual por un periodo de por lo menos tres años. Muchas de las mujeres que pierden su trabajo o no son empleadas, particularmente las jóvenes inmigrantes del campo a Lhasa, son forzadas a la prostitución para subsistir.

India: Después de dejar Varanasi

Desde que dejamos Varanasi para llegar a Delhi nos ubicamos en medio de dos semanas que no corresponden a nuestro viaje. Aceptamos encontrarnos con mi prima en India y ella nos subió a un auto y nos esta llevando de un lado a otro de los monumentos, ciudades y sitios arqueólogicos de esos 22 paises que despues de la Independencia India en 1948 se reunieron en el estado de Rajastan -que por cierto es muy bello. Estamos gastando un monton de dinero (que ya nos empieza a escasear entre las manos) y, a la vez, sentimos que no podemos quedarnos donde queremos ni estamos conociendo a la gente, sus costumbres, su real modo de vida, que es exactamente lo que intentamos conocer durante nuestros cinco meses de viaje de Mongolia hasta aquí.

Helena, que es buenísima para encontrar lo mejor de cualquier situación, dice que se trata de una vacación de las vacaciones. Por otro lado es interesante compartir modos distintos de viajar con alguien que se quiere y de la cual, sin embargo, se conocen poco las costumbres cotidianas, los intereses, la mirada. En seis días las rapidas vacaciones de Chiara se van a acabar y nosotras retomaremos el tren (la red indiana de ferrocarril es perfecta, barata, rápida y segura, a pesar de la mas extraña burocracia que la trastoca).

Los primeros dias en India la odie. Caótica, demasiado poblada, sucia, húmeda. Nos sentíamos asaltadas por los vendendores de ofertas turísticas, por los choferes de riksho, por la comercialización de la espiritualidad hindú acompañada de la rivalidad con los musulmanes. A cada paso alguien intentaba vendernos algo, o nos pedía limosna o nos contaba historias lagrimosas y culpígenas sobre su pobreza. Yo desee sinceramente no haberme ido de Tibet. Pero ahora estamos felices de haber venido a esta tierra donde a pesar del calor se puede caminar entre campesinas cargadas de hierbas sobre la cabeza, jugar con niños que persiguen animales y donde tambien existe el comercio justo, las cooperativas de producción, la más precisa lucha ecológica y un montón de chavos y chavas que se mueren de ganas de tener una charla con alguien ajeno a sus familias y que te ayudan a cambio de nada.

Si en Pushkar frente al lago sagrado donde Brama, el dios de la creación, hizo sus ofrendas con su segunda esposa, nos sentimos totalmente tocadas por la serenidad del ocaso naranja sobre las mujeres y los hombres bañándose en las aguas sagradas del lago, en Ara nos quedamos haleladas frente a la belleza del Taj Mahal y en Udeipur nos dejamos seducir por la grandiosidad de los palacios reales.

Después de que Chiara se vaya, seguiremos rumbo al norte. Queremos estar, viajar, meditar por un rato más.

Luego, tristemente, deberemos emprender el camino de vuelta a casa. Todavía tenemos ganas de dar la vuelta al mundo. La verdad es que el regreso a las broncas universitarias, a las frustraciones de la vida cultural mexicana, a las envidias de los colegas no me atrae para nada. Pero, en algun lado hay que vivir y México sigue siendo el que volvería a escoger para ser mi hogar.

Fotos de Varanasi












De Nepal a Rajastan

¿Cómo explicar que tras dos días de santa paz en Lumbini, cerca del estanque de agua donde se bañó la madre de Buda poco antes de dar a luz, lanzarnos a India nos pareció excitante, pero resultó ser poco grato?

Desde que dejamos Tibet para adentrarnos en Nepal, a Helena el cambio de actitudes frente a ciertas pequeñas cosas sin aparente importancia, de personas, de tipo de ciudad le resultó muy agradable. De hecho, Nepal la llenó de ganas de reír, de simpatía para con los adultos y los niños. Decía a cada rato que en Tibet, por muy lindas que fueran las personas, sentía la opresión que la colonización china comporta y que en Nepal se respiraba el aire de un país que nunca se había rendido ante nadie.

Pero no es el pasado colonial lo que nos hizo añorar Nepal. De hecho India lo ha superado con amplitud, su historia ha incorporado los 130 años de presencia inglesa como la de un corto periodo previo a la unificación de un sinnúmero de reinos independientes. Tampoco fueron los típicos problemas del Tercer Mundo (el camión que nos llevaba a Garakpur se descompuso, el tren partió con 20 minutos de atraso), ni las vacas en la sala de espera y entre los tambos de la basura, intocables e intocadas, verdaderas representación de la Madre Universal dispensadora de leche. Ni siquiera fue el enamorado que le preguntaba a Helena que cosméticos usaste y que frente a la respuesta “ninguno”, le contestó que le parecía fascinante que la suya fuera una “natural beauty”.

En el tren las personas fueron atentas y lindas con nosotras y con las dos estudiantes japonesas que se alojaron en el mismo vagón. Platicaron de muchas cosas, nos preguntaron otras, finalmente dormimos. Fue a la llegada a Varanasi donde la primera impresión de ser asaltables económicamente se nos confirmó.

En India nunca hay un solo tipo de algo. Ni una sola casta, ni una sola religión, ni un solo vestido, ¿como iba a haber un solo tipo de turista? No es lo mismo dormir en una guest house que en un gran hotel, eso es obvio, pero tampoco lo es viajar en tren o en auto rentado. Ahora bien, ambos tipos tienen en común que se les ve como a unos idiotas con plata a los que es posible exprimir como un limón. Además los europeos bienintencionados -los que pretenden llevar a cabo un turismo solidario y sostenible, para darnos a entender, y que son pocos- han despertado nuevas formas de engaño; no hay tendero que no pregone ser el vendedor de una cooperativa que sostiene a varias familias, hecho por el cual es de muy mal gusto reclamar precios más bajos.

Varanasi es una de las ciudades más santas de la India, aquélla que Shiva fundó a orillas de las aguas primordiales y sagradas del rio Gange donde amaba bañarse su mujer. Es la ciudad donde brahmanes, príncipes, comerciantes, campesinas y aun intocables van a bañarse para quedar purificados y donde quien muere y es quemado puede entrar directamente al cielo, escapando de los ciclos de las reencarnaciones. Dos grandes crematorios están en función al lado de las escaleras donde acampan permanentemente moribundos y santones, maestros y visitantes. La leña es traída por barco y es de un árbol especial, pues no hay olor a carne chamuscada por la ciudad. Los parientes del difunto visten de blanco –color del luto- y se rapan la cabeza. Es fácil toparse con procesiones funerarias en cualquier esquina de las estrechas callejuelas de la ciudad vieja y son acompañadas de vacas, tambores, campanas y ofrendas.

Los musulmanes, que son el 30% de la población, viven apenas afuera de la ciudad mas antigua, en barrios de grandes -se dice que los mejores del mundo- productores de brocado de seda. En el pasado tuvieron fuertes enfrentamientos con los hindis, tanto que su mezquita como el templo de oro de Shiva son resguardados por el ejército para evitar bombazos y tumultos. Son muy críticos del sistemas de castas hindi y no se retienen de reñir con un brahmán cuando no permite entrar a su templo a alguien de una casta inferior, pero deja entrar a un extranjero para que le deje una ofrenda en dinero.

El Gange es realmente un río sagrado. Aunque parezca increíble sus aguas son siempre limpísimas, aun microscópicamente limpias, a pesar que se le entreguen las cenizas de todos los muertos, así como los cuerpos de los niños, las mujeres embarazadas, los leprosos y los mordidos por las cobras –que no necesitan pasar por la purificación del fuego-. Además estar en sus orillas mueve al llanto, o a las sonrisas y a la calma. Verlo fuerte y cobrizo después de los monzones, o según nos dicen azul como el cielo durante la estación seca, es un regalo de las diosas mas piadosas.

Tres días en Varanasi se nos fueron como el agua, así como una parte considerable del dinero que nos quedaba, porque tampoco quedamos inmunes a la habilidad de los vendedores de la antigua Benares. Por suerte tampoco fuimos inmunes a la inteligencia cansada, arrastrada por el calor y glorificada por las piedras y los jardines, de su universidad, donde la escuela de filosofía se mostró interesada en iniciar un dialogo con los filósofos no occidentales de otra parte del mundo, es decir Latinoamérica.

Lástima que nuestras vueltas por las riveras del Gange duraron demasiado poco, aunque lo suficiente para tener una primera apreciación de la habilidad agrícola de las y los indios. Mijo, maíz, trigo, y variedades diversas de lentejas se extienden por kilómetros sobre una tierra labrada a la perfección. Tuvimos que correr a Delhi para encontrarnos con Chiara que llegaba de Roma para pasar dos semanas con nosotras, es decir todas sus vacaciones.

Delhi es una ciudad enorme, con bellísimas construcciones mogolas, rica, verde, dividida entre una nueva ciudad del tercer mundo progresista y la antigua ciudad de callejuelas y mezquitas y templos acomodada contra el fuerte y sus jardines. Pero Delhi es también carísima. Un hotel cuesta más que en Europa, y no siempre brinda las mismas comodidades. Alguien nos dijo que también puede ser una ciudad barata, pero no vimos por dónde. Además, a diferencia de Beijing, donde es posible tener un comercio con características que una vez identificadas se mantienen iguales, en Delhi un turista es siempre un idiota, por lo tanto se le trata de esa forma. Por muy buenas negociadoras en que nos hayamos convertido Helena y yo, no hay indio que no intente vendernos un CD a precio de oro ni hotelero que no nos diga que por ser la capital Delhi tiene derecho a tener precios exorbitantes.

Por suerte en Delhi tenemos amigos y podemos atestiguar la gran calidad de las charlas y los debates de las y los indios. El señor Swarup en particular hace gala de su sensibilidad y su profunda convicción de la necesidad de una política pacifista y anticolonial en el mundo. Conoce toda Asia, es un viejo periodista crítico y es respetado por amigos y enemigos. Es el padre de nuestro amigo Manish que nos mostró sus fotos y nos preparo una cena digna de un cuento oriental.

Con Chiara tuvimos que pactar una vacación que fuera del agrado de las tres y que respetara la cortedad de su periodo vacacional. Toda la India no se conoce ni en un año, así que decidimos recorrer Rajastan. Optamos por rentar un carro. Pero ¿como manejar en este país donde se circula por la izquierda y las reglas no las respeta nadie? Mejor rentar un carro con chofer. Debíamos imaginarnos que eso significaría caer en las manos de un hombre (al parecer a las mujeres en India sólo se las divisa caminando con sus saris de colores por el campo o vestidas a la europea en las grandes oficinas, por el resto nadie sabe dónde las esconden) que decidiría nuestros hoteles, los restaurantes donde comeríamos y las tiendas donde comprar. En India los chóferes reciben una compensación monetaria por cada turista que lleva a cualquier sitio, de modo que lo que parece un consejo es en realidad una imposición. Tuvimos que pelear con el senor Rama porque “osamos” comprar en una tienda que no nos había recomendado él y la guerra se declaró sobre todos los frentes cuando decidimos escoger nuestros hoteles.

Rajastan es muy bello, un estado que se conformo después de la unificación e independencia de la India en 1947 de la unión de 22 principados independientes, regidos por mas de mil años por los rajputs, unos señores de mentalidad caballeresca -es decir asesina, misógina y guerrera. Tras la visita obligada de Agra (el Taj Majal es algo mas que una etapa para turistas, es una tumba donde se ve condensada la esencia, una de las esencias, de la belleza, si se quiere la esencia del poder que puede mandar construir la belleza), y del fuerte de Fatepur Sikri, nos adentramos en el corazón de esta tierra que nunca pudo unificarse porque sus señores cuando no tenían que pelear contra ningún invasor, se deleitaban haciéndose la guerra por los mas extraños motivos (la mano de un princesa, un carro de oro, el palanquín del elefante, la estatua de la diosa…).

Cada ciudad de Rajastan fue una capital, es decir un fuerte o un castillo fortificado donde la búsqueda del placer se mezclaba con la arrogancia del poder. Ahora bien el estilo de cada ciudad es diferente del de otra, así como el arte alemán no se parece al francés y el francés no se parece al español: eran realmente reinos independientes gobernados por personas de gustos diversos. Si la ciudad de Jaipur conserva al interior de sus muros callejuelas con aceras y casas con terrazas arboladas y su palacio está marcado por la pasión astronómica de los antepasados de sus actuales ocupantes, Pushkar es una ciudad sagrada en cuyo interior se levanta el lago donde Brama ofició los primeros ritos después de la creación del mundo.

Udepur es una ciudad antigua y viva de calle y palacios encalados que jamás fue conquistada ni por los musulmanes ni por los ingleses. Sus maharanas –y no simples marajas, por favor: estos son los descendientes de Rama y por lo tanto rey de reyes- siguen viviendo en el City Palace con sus caballos de orejas puntiagudas, sus rolls royce y sus sirvientes; en el laguito del jardín permitende vez en cuando el rodaje de algunas películas de James Bond (como todo los indios, recuerden que saben cobrar sus favores).

Ranakpur es un caso a parte. No es un ciudad, es un valle hermosamente cultivado, con un dique del siglo XVIII mandado construir por una marahani, en el centro del cual se eleva el templo más hermoso que hayan levantado jamás los Jains o Gens, un grupo de comerciantes hinduistas que en el siglo VI a.C. (el mismo periodo en que nació Buda), guiados por un profeta, decidió rebelarse contra la muerte de los animales, la mentira, el sistema de castas y la proliferación de las guerras. Los jains son todavía hoy en día el grupo religioso más respetado de la India, son totalmente vegetarianos y para no matar siquiera a un mosquito no comen de noche y, algunos, se tapan la boca con un pañuelo. Sus templos son de un barroquismo extraordinario, pero siempre contienen un error para que los arquitectos no cometan la blasfemia de intentar imitar la perfección de dios.

Jodpur es una ciudad brahmánica con el fuerte más poderoso que pueda imaginarse. Desde sus bastiones las antiguas callejuelas se muestran azules, es decir del color de la profundidad. Aunque el calor es infernal, la noche sobre las terrazas, si se tiene como nosotras la suerte de amar a la luna creciente, es de una belleza sin par.

Jaiselmer es la ciudad del desierto donde llegaban los camelleros de China para dirigirse a Persia. El calor es tan impresionante que con Helena, tendidas sobre esteras, en la inmovilidad del aire vimos como los pelos de nuestras piernas crecían a ritmo enfebrecido. En esta ciudad, si los señores sentían que iban a perder la guerra preparaban el sati (el sacrificio de las esposas sobre las piras funerarias del marido) de sus mujeres y de sus hijos menores y abrían la puerta del castillo para lanzarse a la muerte con la espada en la mano. Nadie debía sobrevivir a la derrota. Por suerte Jaiselmer estaba habitada también por comerciantes que lograron siempre que la ciudad se mantuviese en su esplendor. Eran los que desafiaban la vastedad del Thar, sus sequías, su belleza y pobreza sin par, de modo que con sus riquezas llenaron la ciudad donde descansaban sus hijos y esposas de haveli, es decir de palacios cincelados cuya elaboración se dejaba en mano de los arquitectos y escultores musulmanes. El Thar hoy es un desierto que las hábiles manos de las campesinas indias ha llenado de árboles semejantes a nuestros mesquites; verdes, fuertes y con sus raíces de 80 metros éstos retienen las dunas, frenan el viento y permiten que mijo y lentejas crezcan sobre las arenas.

Bikeneer es una ciudad pintada, pues sus príncipes decidieron apoyar el arte popular de toda la India dando refugio a los mejores pintores del sur. Es la puerta que cierra la primera parte del Thar para abrirse a una mayor vastedad, aun mas plana que la primera. Su palacio real, también fortificado, es el único que no esta en la cima de una colina sino en el medio de una llanura.

A pocas decenas de kilómetros, inicia la sucesión de pueblotes donde las caravanas de camellos de la vía de la seda dejaron por siglos el dinero suficiente para que muchos haveli se levantaran. Hoy casi todos están vacíos y se caen sobre sí mismos, mientras elegantísimos dromedarios de piernas muy largas jalan carretas de dos ruedas cargadas de todo tipo de mercancías.

Ahora bien, otra de las experiencias que no tienen nada que ver con las guerras, el comercio y el poder es nuevamente un templo. A unos treinta kilometros de Bikaneer, en un pueblo aparentemente cualquiera, se eleva el templo de las ratas, una extraordinaria construccion del siglo XVI, con puertas de plata y fachada de marmol blanco, labrado con las representaciones de los dioses mas importantes. En el centro un altar con la figura de Durga, una de las reicarnaciones de la esposa de Shiva, una diosa poderosa y guerrera; en medio del patio centenares de ratas negras que se corretean, pelean, deambulan. Según una leyenda Durga mandó reencarnar en el cuerpo de ratas las almas de los niños después de que el dios del cielo no quiso devolver a la vida el hijo de un arquitecto muy querido por la diosa. Enormes calderos reciben donaciones de nueces, dulces, harina para que las ratas coman veneradas como almas benditas. Igualmente grandes platos de cobre contienen el agua que en el desierto las bestias necesitan y en el techo una reja impide que las aves rapaces puedan cazarlas. Como en todos los templos hay que entrar a pie desclazos y ser tocados por una rata es simbolo de suerte, asi como divisar una rata blanca entre los centenares de negras. Muchas personas tocan con la boca la comida mordida por las ratas para garantizarse el alimento durante toda su vida. Helena se negó a venir. La sola vista de una rata le revuelve el estómago. Para mi ver como desde Bikaneer parte un camión cada hora para llevar a peregrinos que se hincan frente a las ratas y las alimentan y le piden su felicidad fue una experiencia muy impresionante. Era darse cuenta de la forma más simple que el principio de la vida, lo que muchos llaman dios, está presente en cada ser vivo, no importa que grado de valor le damos en nuestras jerarquias culturales. Un ser humano, una vaca, una rata o un simio comparten la imposibilidad de ser reconstruidos, su vida es única y debe ser salvaguardada en su divinidad. Me pareció una revelacion de la divinidad múltiple y diversificada que deberia llamar a la tolerancia y la paz, de modo que me impresionó encontrarla en medio de un territorio cuya historia esta determinada por las guerras y el sistema de castas. Como si se tratara de una supervivencia, un algo vivo capaz de rebrotar, de un sentimiento divino muy antiguo, quizá anterior a la invención de la guerra, la sumisión de las mujeres y la esclavitud. Con todo y el horror que las ratas me provocan, me encantó.